Por ejemplo, limitar lo que reciben los directivos de las empresas, que se adjudican bonus, paracaídas dorados, premios por entrar, por salir, o en general por formar parte de la casta de los elegidos, independientemente de lo que hagan esas empresas. Imposible, ¿verdad? Pues en Suiza, ese paraíso financiero, lo acaban de hacer.
Los ciudadanos tienen la capacidad de hacer cosas extraordinarias. Por qué no la de redirigir la economía hacia los trabajos verdes mediante impuestos al carbono, quién sabe.